Dominando este tema se podría, por ejemplo, programar cada actividad del día a la hora que sea más propicia para desarrollarla. La transición del hábitat marino al terrestre, nuestra condición de mamífero, nuestra naturaleza primate y nuestros orígenes homínidos también forman parte de ese grupo de influencia evolutiva.
Con este análisis podemos responder a preguntas como cuántas horas debemos dormir para estar en plena forma, qué tareas no debemos realizar a primera hora de la mañana, cuál es la mejor hora para reunirse, a qué distancia debemos hablarle a un cliente, dónde debemos sentarnos en una reunión, por qué se da el efecto Hawthorne y el efecto endowment, qué riesgos esconde el trabajo en equipo, por qué los plazos estimados en un proyecto siempre se quedan cortos aunque tengamos en cuenta la Ley de Hofstadter, y numerosas cuestiones más.
El tercer grupo de influencias se basa en los instintos, emociones e incluso en el sentido común. En este punto es importante el estudio del cerebro humano y sus partes: el neocórtex (cerebro racional), el sistema límbico (cerebro emocional) y el reptiliano (cerebro intuitivo). Su análisis y comprensión nos responde a preguntas como por qué nos cuesta tanto aceptar los cambios, qué debemos tener en cuenta si ofrecemos un descuento, cómo conseguir que un cliente recuerde nuestro producto, qué efectos produce un ambientador en una sala de reuniones, cómo reducir la sensibilidad al precio, cómo motivar a un equipo, qué gesto duplica nuestras posibilidades de éxito, etc y etc.
Las respuestas a estas interesantes preguntas en el libro "Buscando señales de vida inteligente en el comité de dirección", de Daniel Gómez Visedo.