domingo, 13 de octubre de 2013

La sinergia del trabajo en equipo

El sábado 12 de octubre, Fiesta Nacional, estuve celebrando mi primer Día del Club de Piragüismo en el pantano de Picadas. Nos desplazamos unos 40 palistas divididos, según mi monitor, en tres grupos: los profesionales de competición, los niños y los mayores (y soltó una leve carcajada. Los mayores éramos nosotros, claro. Realmente mi monitor se refería a los fondistas).

Las piragüas del Club de Kayak en el pantano de Picadas
Como no me había enterado de la división de grupos cuando llegamos al pantano, resulta que al entrar en el agua me uní por despiste al equipo de competición. Empezaron a remar como bestias y, lógicamente, me quedé el último en cuestión de segundos, una posición que es bastante incómoda cuando tienes sentido del ridículo.
Pensé en mis adentros que dónde diantres me había metido, quiénes eran estos tipos del kayak, qué bebida energética-proteica se habían bebido y, con el fin de evitar más ridículo, qué podría hacer en una situación así: si ir a mi bola o salirme del pantano.

Entonces fue cuando divisé a unos cien metros al grupo más joven. Estos iban más tranquilos, así que me dirigí hacia ellos en un plan más aliviado. Pero estos, al contrario de la línea recta que trazaba el grupo de competición, se perdían en todas las direcciones en un sinsentido. Incluso alguno le atizaba con la pala al otro. Vamos, que se paleaban en la cabeza para desequilibrarse entre ellos. Un juego que para ellos resultaba muy divertido pero que para mí no tenía ni la menor gracia teniendo el cuenta del riesgo al que me enfrentaba si volcaba en las frías aguas del pantano.

Cuando volví a preguntarme en mis adentros que dónde diantres me había metido, quiénes eran estos tipejos del kayak, etc y etc... de pronto escuché la llamada de mi monitor: "El grupo de la promoción, que me siga".

El grupo de la promoción, ¡mi grupo! Estaba salvado. Caí en ese momento en que, efectivamente, la expedición al pantano estaba formado por 3 grupos distintos.

Lo llego a saber antes...

Pues bien, el grupo al que pertenecía estaba compuesto por ocho palistas cuyo objetivo en el lago era recorrerlo a una velocidad constante, con el mismo ritmo, siguiendo el transcurso del río durante quince mil metros.

Así, cada grupo tenía una función: el de competición, como velocistas, recorrer una distancia corta con rapidez; nosotros, como fondistas, recorrer una larga distancia sin detenerse; y los niños simplemente jugar para quemar calorías y dejar a sus padres vivir en paz un par de horas, jajaja. No es cierto, los más jóvenes estaban aprendiendo a equilibrarse.

Me imaginé que si en lugar de individuos fuéramos átomos, yo hubiera sido un átomo errante en los dos grupos anteriores. El átomo defectuoso de una enorme molécula.

Voy a tener que leer menos libros de física.

Socios del Alberche Kayak Club
El caso es que el trabajo en equipo tiene sus frutos. No hay ningún estudio que lo dude: los resultados que se alcanzan en grupo es superior a la suma de las acciones de los individuos por separado.

Ocurren dos fenómenos en el trabajo en equipo: uno, se consigue una fortaleza mayor: La unión hace la fuerza. El efecto sinérgico es muy importante: una cerilla se parte fácilmente por la mitad, pero si unimos 6 cerillas, es prácticamente imposible partirlas. El otro fenómeno es que, debido a esta sinergia, cada individuo del grupo mejora en sus capacidades y se obtiene una mayor efectividad. Todos ganan.

Si yo me hubiera quedado con el primer grupo, el de competición, habría terminado alcanzando una velocidad mayor que si hubiera navegado solo. Quizás no hubiera superado a ninguno de los palistas (todo a su tiempo), pero sí habría desarrollado una mayor fortaleza.

En cambio, si me hubiera integrado en el segundo equipo, el de los niños, hubiera terminado con un gran equilibrio, y esto me hubiera llevado a desarrollar un perfecto dominio en las técnicas de piragüismo.

En mi equipo, en cambio, se desarrolla la resistencia, por lo que obtengo los resultados que se persiguen, tal como ocurriría en los anteriores casos.

El efecto de mejora en todas esas situaciones está relacionado con la prospect theory del psicólogo Nobel Daniel Kahneman. Esta teoría de las perspectivas estudia cómo las personas toman sus decisiones evaluando las potenciales pérdidas y ganancias. En una de las interpretaciones, llamada aversión a la pérdida, concluye en que los individuos temen más ser el último que la posibilidad de ser los primeros. Por tanto, la motivación se desprende más en un entorno de pérdidas que de ganancias.

Esto es, si ganamos en una competición nos producirá una sensación positiva; pero si quedamos últimos, nuestra sensación será tan negativa que impactará más que la positiva.

En mi equipo remamos en grupo formando pelotón, unos más adelantados que otros. Pues bien, cuando vas el último tienes esa sensación negativa de Kahneman que quieres evitar. Lo cual te esfuerzas y aceleras para adelantar al que inmediatamente sigues. Como éste ve que tú le vas a adelantar, se esfuerza por acelerar el ritmo, lo cual este avance le afecta al antepenúltimo, que también acelerará para que nadie le alcance.

Al final todos avanzan más rápidos para evitar ser el último y tener esa sensación negativa. Con esto conseguimos uno de los dos efectos del trabajo en equipo: el que individualmente mejoremos en nuestras capacidades obteniendo una mayor efectividad.

Como consecuencia de lo anterior, ninguno de los kayistas va a tomar la decisión de detenerse; pues eso significaría abandonar ante la mirada del grupo. Toca resistir, no queda más remedio. Si no se gana, no pasa nada, pero se evita ser el último; la sensación negativa sería desoladora.

Como resultado, el equipo acaba su entrenamiento tras haber realizado un largo recorrido por el lago sin detenerse y a un ritmo bien acelerado. Es el otro efecto del trabajo en equipo: esa unión que hace la fuerza.

Como decía Ray Kroc: "Ninguno de nosotros es tan bueno como todos nosotros juntos".

Con la sinergia, 2 más 2 sí son 5.