En todo caso, muchos expertos consideran que la conciencia es el problema más difícil de resolver desde el punto de vista científico. No deja de ser curioso que lo más complejo de entender de la naturaleza sea nuestro propio cerebro: tenemos la capacidad de pensar, pero no sabemos porqué ni cómo somos capaces de hacerlo.
Nadie ha dado una respuesta concluyente.
Continuando con la temática del libre albedrío, podríamos preguntarnos qué ocurriría en una situación donde el propio hombre forzara los acontecimientos e impusiera a otras personas formas de actuar totalmente mecanizadas, eliminando todo atisbo de humanidad posible y, por tanto, ninguna libertad de elegir.
Para vivir esta situación nos trasladamos a la Alemania nazi.
Viktor Frankl fue un psicoterapeuta austriaco que experimentó de primera mano los campos de concentración durante la Segunda Guerra Mundial, entre ellos el temido Auschwitz. Sus vivencias como prisionero en estos lagers (así se llamaba peyorativamente a los campamentos nazis), las plasmó tras su posterior libertad en su afamado libro El hombre en busca de sentido, donde decía:
Se induce a pensar que el hombre es un ser completa e inevitablemente determinado por factores condicionantes, ya sean biológicos, psicológicos o sociológicos. Pero ¿qué decir de la libertad humana? ¿Acaso el hombre es un mero producto fortuito del sumatorio de esos factores? ¿Es incapaz de escapar de las circunstancias externas, cuando éstas son tan asfixiantes como las reglas de un campo de concentración? ¿Carece el hombre de la capacidad de decisión interior cuando las circunstancias externas anulan o limitan la libertad de elegir su comportamiento externo?A estas preguntas respondía asegurando que, tras la terrible experiencia vivida en los campos, el ser humano mantiene su capacidad de elección. Puede conservar un reducto de libertad espiritual, de independencia mental, incluso en crueles estados de tensión psíquica y de indigencia física. Decía como conclusión:
El hombre, aun bajo unas condiciones tan trágicas, guarda la libertad interior de decidir quién quiere ser –espiritual y mentalmente–, porque incluso en esas circunstancias es capaz de conservar la dignidad de seguir sintiendo como un ser humano.
Podemos predecir el futuro de un hombre dentro del amplio marco de un estudio estadístico, pero su personalidad individual siempre resultará impredecible. (El hombre en busca de sentido, Viktor Frankl).
Las personas no somos objetos. Las cosas se determinan unas a otras, pero el ser humano es su propio determinante. Goza de sus decisiones, y no tanto de las condiciones.La logoterapia de Viktor Frankl se centra en la existencia humana, pretende que el hombre busque el sentido de la vida. El espíritu debe oponerse al destino, a todo aquello con lo que nos encontramos en la vida sin haberlo elegido, pero ante lo cual sigues siendo libre de actuar de un modo o de otro.
¿Es un punto más para el libre albedrío frente al determinismo? Podría ser que sí.
Pero no.
Echaremos un vistazo a la neuroeconomía.
Nota: en Viena (Austria) surgieron 3 escuelas de psicoterapia: el psicoanálisis de Sigmund Freud (que se centra en la voluntad de placer), la psicología individual de Alfred Adler (se centra en la voluntad de poder) y la logoterapia de Viktor Frankl (centrado en la voluntad de sentido).