viernes, 29 de agosto de 2014

Determinismo y libre albedrío (5 de 5): conclusión

Si nos atenemos a la mecánica clásica y la teoría de la relatividad, desde el atomismo de Demócrito, el mundo sería determinista. Si nos regimos por la mecánica cuántica, la vida parece una cuestión de azar donde cualquier cosa pudiera pasar (libre albedrío) o, profundizando un poco, más bien ocurre todo a la vez en universos paralelos. La neurociencia nos revela que nuestras decisiones conscientes realmente fueron dirigidas por la inconsciencia en un instante anterior (determinismo). Con la logoterapia de Viktor Frankl pudimos conocer la voluntad del individuo de decidir, si no mediante actuaciones, al menos con la actitud (libre albedrío).

Es decir, dos explicaciones para la defensa del determinismo, y otras dos a favor del libre albedrío. ¿Sería posible un mundo donde pudiesen coexistir ambas doctrinas?

Tal vez el cosmos es determinista y la vida cotidiana del ser humano se forma en base a sus acciones libres. Pero llegar a una conclusión donde demuestre cómo se comporta la naturaleza sería arriesgado por todo lo que otros autores han profundizado en defensa de una u otra doctrina a lo largo de la historia del hombre. E incluso me atrevería a decir que demostrar una de las dos vertientes sería además inútil para las pretensiones que busco.

Sea cual sea la realidad del asunto, creo que lo más importante es reconocer que existen dos tipos de personas: las que creen que todo está escrito y los que creen que pueden trazar su propia ruta. Y eso nos sirve para conocer algo más de nuestra pareja, amigos y familiares.

Las personas creyentes son generalmente deterministas (determinismo teológico), mientras que aquellas personas que necesitan saber que llevan el control de todo, defienden el libre albedrío. Los que no tienen una idea de Dios en su mente suelen ser indeterministas, a excepción del protestantismo en general, que postula la idea de que el ser humano es libre en sus elecciones porque Dios hizo al individuo a su semejanza, y eso incluye la posibilidad de elegir.

Un determinista es aquel que se sube a un cohete para llegar a la luna, sin que crea que exista posibilidad de modificar su rumbo durante el trayecto; un indeterminista es aquel que conduce un coche, sabiendo que depende de él modificar su rumbo para adaptarse a la situación.

Los deterministas creen que la experiencia de libertad son ilusiones, por lo que dejan a mano de Dios todo lo que acontezca. El hombre propone y Dios dispone (el hombre dispone su camino, pero al Señor corresponde disponer sus pasos). Todo saldrá según la voluntad de Dios.

Pero, ¿esto no limitaría a las personas deterministas? ¿Dejarán de luchar por lo que realmente aman si ven que lo pueden perder por la voluntad de Dios, de una pitonisa o de lo que revelan los horóscopos? ¿es que defender el libre albedrío es ir en contra de la naturaleza?

El problema de una persona determinista es que deje de pensar por sí mismo y que se deje influenciar por lo que dicen otros o, lo que es peor, que crea que los elementos se han confabulado para que ellos actúen de cierta manera, y no hubiera otro camino posible en su elección.

Sea como sea la vida, deberíamos creer que podemos tomar nuestras propias elecciones y dejar a un lado lo que puedan pensar de nosotros, del qué dirán.

Y así, al menos, conseguiremos sentirnos libres.

miércoles, 6 de agosto de 2014

Sistema de Producción Toyota TPS

El éxito de Toyota, el mayor fabricante de automóviles del mundo, es un modelo donde la dirección asume la responsabilidad de desarrollar y fomentar la confianza y el entendimiento mutuo entre todos los miembros del equipo.

No sólo consiste en aplicar las herramientas que conocemos para la mejora de la calidad, como just-in-time, flujo pieza a pieza (OPF One Piece Flow), heijunkajidoka, ... Es además una forma de pensar, una filosofía, utilizando la reflexión (hansei) y la mejora continua desde grupos de trabajo (kaizen) para la resolución de problemas.

En definitiva, se basa en las personas. Y son éstas, organizadas en grupos, quienes proponen las mejoras.

La función de los directivos es la de motivar e involucrar a los trabajadores para que trabajen en un objetivo común, haciendo que éstos apoyen y contribuyan con sus ideas en la organización. Se hacen para ello reuniones periódicas de propuestas para la mejora continua. ¿Quién mejor para proponer ideas de mejora que aquellos que están en contacto directo con la actividad?

Esta manera de proceder puede evitar las consecuencias del principio de Peter sobre la incompetencia del directivo (siempre que haya un verdadero liderazgo), y las que, en el blog anterior, comentaba sobre la teoría de Gabriel Ginebra respecto a la incompatibilidad de cualquier persona sea cual sea su nivel jerárquico en la organización. Los grupos de trabajo debería evitar las consecuencias de este último.

En el sistema de producción Toyota todas las partes contribuyen en el todo. El conjunto al completo se focaliza en el apoyo y motivación de la gente para mejorar continuamente los procesos en los que trabajan.

El modelo Toyota lo constituyen catorce principios divididos en cuatro categorías, todas con la inicial P: filosofía (Philosophy), Proceso, Gente (People/Partners) y resolución de Problemas. Las empresas que aplican este modelo realmente se quedan en el nivel de Proceso, sin adoptar las otras 3Ps.

En palabras del profesor en ingeniería industrial, Jeffrey Laker, y autor del libro Las claves del éxito de Toyota, estas empresas "no pasarán de ser simples aficionados porque las mejoras que harán no tendrán el impulso/alma/espíritu y la inteligencia necesarias para hacerlas sostenibles en la empresa".